16/11/10

Los líquidos, otra causa de obesidad

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Los líquidos, otra causa de obesidad

En promedio, la mitad son azucarados y agregan entre 200 y 400 calorías diarias, equivalentes a una comida extra

Nora Bar / LA NACION

En términos energéticos, diariamente podemos estar ingiriendo inadvertidamente un plato de comida extra que no registramos: son las calorías que absorbemos en forma de líquidos e infusiones azucarados, que tomamos para calmar la sed y para los que nuestro organismo no tiene mecanismos adecuados de control de la saciedad.

Esta es una de las sorprendentes conclusiones que arroja el primer estudio poblacional sobre hidratación de los argentinos, encargado por el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) a Gallup y que acaba de presentarse en el Congreso Argentino de Obesidad y Trastornos Alimentarios. La encuesta, que abarcó a 800 personas de hasta 65 años de grandes centros urbanos y contó con financiación del grupo Danone, muestra que de los aproximadamente dos litros y medio de líquidos que tomamos diariamente, el 50% son bebidas con sabor e infusiones azucaradas; el 29%, bebidas e infusiones sin azúcar, y el 21%, agua.

"Durante una semana, les pedimos a los participantes que anotaran, cada vez que abrían la boca, qué ponían en ella y qué tomaban -cuenta el doctor Esteban Carmuega, director de Cesni-. Reunimos 65.000 registros, correspondientes al consumo de 11.000.000 de mililitros de líquidos, que se clasificaron de acuerdo con su contenido de azúcar. El muestreo se hizo durante noviembre de 2009 y trabajamos un año en el análisis de los datos. Esto nos permitió detectar el importante factor de riesgo para la obesidad que representan las calorías que se ingieren en las bebidas."

Según explica el especialista, en la naturaleza prácticamente no hay bebidas cargadas de calorías, salvo la leche de los mamíferos. Tal vez por eso, nuestra especie no desarrolló mecanismos adecuados para el control de la saciedad en los líquidos, como sí posee para los alimentos sólidos.


Por debajo del radar

"Esto nos impone la necesidad de evaluar cómo nos hidratamos, con qué elementos lo hacemos y cuál es el aporte de calorías que acompaña a esa necesidad primaria, que se anticipa a la búsqueda de alimentos", afirma.

Para los seres humanos, la hidratación es una prioridad. Podemos vivir varios días sin comer, pero sólo unos pocos sin agua. Se calcula que basta una subhidratación de apenas el 3% del peso corporal, antes de que se dispare la sed, para que se detecten trastornos en la respuesta cognitiva, por ejemplo.

Según indica el estudio, el 46% de los actos de consumo alimentario de los argentinos corresponden a bebidas, y el aporte oculto de calorías proveniente de las azucaradas representa entre el 9 y el 15% del total diario. "Equivale a entre 200 y 400 calorías «vacías» extra, lo que excede las cantidades de carbohidratos simples recomendados por la Organización Mundial de la Salud, que no debería exceder el diez por ciento -explica Carmuega-. Las bebidas e infusiones cubren más que esa cantidad, y a eso habría que agregarle las mermeladas, las golosinas, las harinas que contienen azúcar, las galletitas, etcétera. Es decir que hay una proporción de calorías que no reconocemos como tales, pero que podrían ser foco de una rápida acción de educación alimentaria con resultados relativamente tempranos simplemente reemplazándolas por bebidas sin calorías."

Otros hallazgos del estudio Hidratar indican que:

* El 46% de los actos de alimentación de los argentinos corresponden a la necesidad de hidratarse.

* La preferencia por las bebidas dulces es mayor entre los chicos y adolescentes que entre los adultos.

* El 49% de los argentinos endulza las infusiones con azúcar.

* Tres cuartas partes de los argentinos prefieren sus infusiones dulces, y tres cuartas partes de estos las endulzan con azúcar.

* El 70% del consumo de líquidos se registra a la hora de las comidas.

* El consumo de agua crece con el nivel de instrucción.

"Aquí hay un mensaje clave -dice Carmuega-: lo que hay que hacer es dar el ejemplo de que en la mesa se toma agua. No sólo porque de esa manera se evita que las calorías vacías de las bebidas compitan con las de los alimentos, sino también porque vamos educando a detectar la sensación de saciedad."

Para el investigador, dado que el cuerpo no tiene depósitos de agua, pero la pierde constantemente, durante la respiración, a través de la piel en los ambientes cálidos y en la actividad física, la bebida lógica y natural para reponerla es el agua. "De cualquier origen -dice Carmuega-: corriente, de pozo, con gas, sin gas... pero agua. Cuando uno le agrega sabor al agua, le suma una dimensión sensorial, que está bien siempre que no incluya calorías ocultas para las cuales nuestro organismo no está preparado. Sin embargo, las bebidas e infusiones endulzadas incluso con edulcorantes artificiales educan nuestro paladar en la preferencia de sabores más dulces, algo que deberíamos considerar seriamente en el momento de educar a los niños."

Si se tiene en cuenta que basta un desbalance de apenas el 1% entre nuestro consumo y nuestro gasto energético para justificar un aumento de 15 kilos en diez años, se comprenderá rápidamente el peso del aporte calórico oculto en las bebidas. "Hay que desacostumbrarse del gusto dulce", resume Carmuega.


lanacion.com.ar

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